martes, 1 de agosto de 2017

El cuerpo de las mujeres es terreno de guerra.

Abraza tus curvas, y mira tus estrías como lo subversivo que nos lleva hacia la revolución, quiere tu celulitis de la misma forma que quieres que cada mujer sea libre.

Pues claro que no me quiero todos los días, pues claro que a veces me digo gorda y no tiene un cariz cariñoso ni precioso ni increíble ni terrestre ni pacífico, pues claro que concibo el cuerpo como terreno de guerra y a veces no convivo con él, no lo cuido, ni lo miro, ni quiero ver flores, ni plantar árboles. Claro que hay veces que quiero arrasar con todo, quemarlo todo, claro que a veces me quiero cortar todo lo que resta del 90-60-90 y pienso que estoy demasiado, o que falta algo, que si las piernas, que si la barriga, que si que pezones más raros, que si por qué no tengo un cuerpo normativo. 

Pero todos los días nazco con ganas de quitarle las sonrisas de las bocas a los culpables de que todas hayamos tenido complejos e inseguridades y nos lo pensemos no dos, sino doscientas veces antes de llevar una camiseta que no nos tape la barriga o de ponernos un vestido con el que se nos vean las piernas, o antes de saber que nos culpabilizarán o sexualizarán por llevar escote. 

Claro que amanezco con odio hacia todos aquellos que nos han hecho dudar sobre nosotras y que nos han hecho culpabilizarnos por nuestro cuerpo y nos han empujado a odiarlo, pues claro que arrasaría con sus tallas de mierda que nos dan ansiedad cada vez que necesitamos ir a comprar ropa, con todos ellos y la presión estética que ha hecho que muchas caigan en trastornos alimenticios, y las absorba una espiral que las devora y les consume y arrebata la vida.

Pues claro que hay días que se me hace todo cuesta arriba y casi quiero volver a la época en la que ayunaba y luego me daba atracones, y tenía una relación amor-odio con la comida y decía nunca más voy a volver a comer, voy a pasar hambre, quiero estar delgada, quiero ser delgada. Días en los que no quiero ir a la playa, en los que mi desnudez me avergüenza, días en los que quiero tener el doble de kilos que peso de ropa, para ocultarme, por no concebirme arte, por no saberme lienzo, días en los que me quiero meter en cama, taparme y desaparecer.


Pero hay días de paz en los que me miro desnuda y me dan ganas de follarme a mí misma, días en los que pienso que el cuerpo es envoltorio y recipiente. Hay días en los que me digo gorda y sonrío, porque quién cojones se ha atrevido a utilizar gorda como insulto si ya sólo me veo gorda, y me quiero gorda, y me amo gorda, y me follo gorda.

Hay días en los que me encantaría coger a amancio ortega y hacer justicia poética, por todas nosotras hermanas, 
todas. 
nosotras. 
hermanas. 
Adivinad el cómo.

Hay días en los que solo quiero volver a atrás para decirle a la niña perdida de los 15 que lo de quererse a sí misma es importante, porque quererse a sí misma es revolución, es sexo duro, y sucio, y qué bien sienta, que quererse a sí misma es correrse y es un polvo brutal que te hace renacer y creer en la vida, crear la vida.

Sentarme a hablar con ella y decirle que querer dejar de estar gorda no la va a hacer feliz, que lo primero es que se cuide a sí misma como cuidaría a alguien a quien quiere, y dar la vida por ella, porque todas las guerras que ha librado y las bajas en combate la hacen merecedora de la vida que alberga en cada parte de su cuerpo, y que vale la pena, y la alegría y la vida entera pa esa niña con esa sonrisa que tiene por bandera.

Que joder, que nos quiero, que nos quiero a todas, insumisas y contestatarias y follándonos y revolucionando todo juntas, hasta destruirlo todo, que hermanas, patriarcado y capital, alianza criminal, y ni una más, ni una menos.
Que un akelarre en cada ciudad, y aullar, y rugir, y cuánta sed de la sangre que saldrá de sus gargantas por todas las que tantas veces han vomitado (o lo han pensado)



MissRuines.

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